La
antigua civilización griega fue una de las más grandes en la historia. Alcanzó
la cumbre de su éxito en el 400 a. C., cerca de 2500 años atrás.
Debemos mucho a los antiguos griegos. Fueron grandes científicos, matemáticos, escritores y pensadores, y también fueron brillantes narradores de historias. Varios de sus relatos tenían forma de poemas, y a menudo estaban compuestos por miles de versos.
En
ellos los griegos trataron todo tipo de experiencias humanas, como el amor, la
amistad, la guerra, la venganza y la historia. Los más famosos que han llegado
hasta nosotros son los poemas épicos: historias de coraje y guerra, donde
dioses, héroes y monstruos se enfrentan a grandes dificultades.
Al
principio, todas sus historias, extensas como lo eran, fueron transmitidas de
generación en generación por tradición oral y las personas que lo hacían se
llamaban "rapsodas". Con el tiempo, estas historias fueron escritas.
La
siguiente es una de las versiones del caballo de Troya. Es un relato que cuenta
cómo la armada griega sitió a esta ciudad y derrotó a los troyanos gracias a un
astuto engaño.
Griegos
y troyanos se enzarzaron en una guerra por la bella Helena. Durante muchos años
se pelearon hasta que un caballo de madera puso fin a la famosa guerra de Troya
que Homero contó.
La
ciudad de Troya era una gran ciudad y amurallada. Estaba reinada por el rey
Príamo, que tenía dos hijos, Paris y Héctor. Paris era un joven conocido por su
belleza y Héctor por su valor.
Paris,
viajó a la ciudad de Esparta y allí conoció a Helena, la mujer más bella de
toda Grecia. La bella Helena estaba casada con el rey Menelao, pero aun así Paris,
que había quedado prendido con la belleza de la joven, decidió llevársela con
él a Troya.
Unos
dicen que el príncipe troyano la raptó, mientras que otros aseguran que fue
Helena la que quiso irse a Troya.
Eso
nadie lo sabrá. Lo que sí sabemos es que entonces comenzó la famosa guerra de
Troya.
El
rey Menelao se puso muy furioso al descubrir el rapto de su esposa. Reunió
todos sus barcos que eran más de mil y navegó hasta Troya pensando que podrían
entrar en la ciudad en unos pocos días y rescatar a Helena. Pero nada de eso
pasó, porque los troyanos eran valientes guerreros y no fue nada fácil para los
griegos derrotar a los troyanos.
Después de 10 años de guerra, el ejército griego se cansó del conflicto y se le ocurrió la idea de romper finalmente los muros de Troya. El astuto Odiseo sugirió que el ejército griego usara subterfugios (engaños o triquiñuelas) para romper los muros.
En
el lapso de tres días, el ejército griego construyó un caballo de madera
gigante y navegó sin ser visto, dejando atrás al gran guerrero griego Sinón
para que este le dijera a los troyanos que los griegos habían regresado a casa.
Sinón,
el espía griego, diciendo a los troyanos que el caballo era un regalo de
Poseidón para Atenea, los convenció para que introdujeran la figura en Troya,
pero para hacerlo tuvieron que romper parte de la muralla debido a su gran
tamaño. Colocaron el caballo en la plaza central.
Los
griegos grabaron una inscripción en el caballo, diciendo que era una ofrenda a
Atenea. Después de mucha pericia, Sinón pudo convencer a los troyanos de que la
ofrenda griega era de buena fe. A pesar de las dudas de algunos de los troyanos
sobre el caballo, finalmente lo llevaron a la ciudad y empezaron a celebrar.
Sinón,
cuando llegó la noche, subió a una de las torres más altas de la ciudad y con
una antorcha hizo señales a la flota griega que se había hecho a la mar para
que regresaran.
Hecho
esto, volvió junto al caballo y dio varios golpes para avisar a los soldados de
su interior que podían salir con seguridad.
Cuando
éstos salieron, lo primero que hicieron fue matar a los centinelas, de manera
que las tropas que llegaron en los barcos que regresaban pudieron entrar
libremente.
La
ciudad fue presa de la furia y el rencor que habían producido los largos años
de enfrentamientos.
Troya
fue arrasada, las mujeres fueron violadas o asesinadas, los hombres y los niños
masacrados y finalmente la ciudad ardió.
Únicamente
sobrevivieron algunas mujeres, entre ellas la propia Helena que volvió al lado
de su esposo, Menelao.
Gracias
a este truco, el ejército griego pudo finalmente atravesar los muros de Troya y
ganar la guerra.
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